El edadismo –término acuñado en la década de los sesenta– es la estereotipificación y discriminación contra las personas o colectivos por motivos de edad. Este tipo de exclusión, una de las tres grandes formas de discriminación actuales por detrás del racismo y el sexismo, centrará la nueva jornada de debate "Coneix i Opina " que organiza la Fundació Metges el próximo 17 de octubre, a las 17.30 horas, en el Col·legi de Periodistes de Catalunya (Rambla de Catalunya, 10, de Barcelona), bajo el título de "Edadismo: de la gerontocracia a la gerontofobia".
La charla coloquio, abierta a todos los afiliados previa inscripción, contará con la presencia del catedrático de Psicología del envejecimiento y Psicogerontología de la Universidad de Granada (UGR), Juan Muñoz; la profesora emérita de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Maria Pia Barenys; la directora general de Familias de la Generalitat de Catalunya, Roser Galí y el psiquiatra y presidente honorífico de la Agrupación de Jubilados de MC, Patricio Martínez.
El presidente de la Fundación Edad&Vida, Eduardo Rodríguez, será el encargado de moderar el debate, con el que el sindicato pretende hacer visible y denunciar este problema social y humano que "requiere cambios en los sistemas que lo están perpetuando, tanto en los medios de comunicación, como en la opinión pública, las instituciones y los profesionales de la medicina".
Muñoz, uno de los ponentes del debate y autor del libro "¿Están maltratados mis padres?" (Pirámide, 2016), ha reclamado recientemente una ley que proteja a las personas ancianas de los abusos y la creación de un organismo específico que vele por sus derechos. "La sociedad, con toda la razón, protege los colectivos más débiles, como el de menores, y todos tienen su legislación, excepto los ancianos", ha criticado.
Además, ha señalado que esta problemática adolece de una "debilidad metodológica" que no favorece la elaboración de estudios estadísticos en profundidad, si bien cita informes internacionales que aseguran que, en los países desarrollados, un mínimo del 8% de los ancianos ha sido víctima de maltrato.