La pandemia de la COVID-19 hundió un sistema sanitario que ya se encontraba malherido por los efectos de los recortes, impactando duramente en la salud –sobre todo mental– de los profesionales. A pesar de que esta ya hace meses que quedó atrás, la sanidad pública catalana y el personal que trabaja en ella continúan sin recuperarse del todo de la sacudida recibida, ya que faltan soluciones reales y eficientes por parte de las administraciones.
Por este motivo, no sorprende que la salud mental de los sanitarios, en general, y de los médicos y médicas, en particular, se encuentre en un estado cada vez más crítico, hasta el punto de que se han triplicado las consultas psicológicas de este colectivo en los últimos cuatro años. Según los datos más recientes de la Fundación Galatea, que vela por el bienestar de los profesionales de la salud, la entidad había atendido a unos 5.300 sanitarios antes de la pandemia, y actualmente ya lleva cerca de 14.000, la mitad de los cuales son personal facultativo.
La entidad destaca que, a pesar de que al principio de la epidemia atendían profesionales muy vinculados a centros hospitalarios, ahora el 60% de las personas que les piden ayuda psicológica son de atención primaria. En declaraciones a SER Catalunya, la delegada de Metges de Catalunya (MC) y médica de familia, Ia Jaumà, ha explicado su testimonio: “Hace dos años, atendiendo a pacientes por problemas de salud mental, me di cuenta de que me sentía mucho peor que lo que ellos me manifestaban y llegó un momento en el que no pude más”.
La doctora señala el agotamiento por la sobrecarga de trabajo y la mala organización del primer nivel asistencial como uno de los principales causantes de su malestar. “Empezamos la jornada con un número determinado de visitas, pero en muchos casos este se multiplica por interrupciones del teléfono u otras consultas, de manera que debemos tener el cerebro conectado en diferentes puntos y eso te termina desgastando”, sostiene, y denuncia que la situación no mejora porque “la población ha aumentado, pero el número de profesionales sanitarios del sistema no”.
Además de dicha sobrecarga de trabajo, Jaumà subraya el incremento de la complejidad de las patologías y el envejecimiento de la población, dos factores que hacen que se requiera una mayor dedicación e implicación a la hora de atender a determinados pacientes, pero “es imposible porque no disponemos del tiempo suficiente”. Toda esta situación la llevó a estar tres meses de baja por salud mental, como pasa cada vez con mayor frecuencia entre el personal médico.
De hecho, los últimos datos compartidos por Mutual Médica revelan un incremento alarmante del número de registros de expedientes de baja por cuestiones de salud mental, que ha pasado de 70 en 2022 a 173 en 2023, más del doble. La presión y las largas jornadas de trabajo son dos de las grandes causantes y, pese a que hay que celebrar que cada vez hay una mayor concienciación de la necesidad de pedir ayuda, es importante recordar que hay que hacerlo lo antes posible para poder intervenir de forma precoz y evitar estados más graves.
Asimismo, ante estos datos, el sindicato médico insiste en la necesidad de tomar medidas para garantizar el bienestar emocional del personal sanitario y reclama a las administraciones sanitarias y al Govern que apliquen “soluciones reales y útiles” para revertir la situación. “El bienestar mental de los profesionales es fundamental y totalmente necesario, tanto para ellos mismos como para que la ciudadanía pueda recibir una buena atención sanitaria”, remarca MC.