La jornada de debate "Coneix i Opina" sobre edadismo, organizada por la Fundació Metges este martes en Barcelona, ha evidenciado la necesidad de denunciar y dar visibilidad al maltrato y a la violencia a menudo oculta que sufren los ancianos "solo por razón de edad". Los ponentes que han participado en el acto han coincidido en afirmar que estas conductas discriminatorias vulneran de lleno los derechos fundamentales de las personas.
El catedrático de Psicología del envejecimiento y Psicogerontología de la Universidad de Granada (UGR), Juan Muñoz, ha pedido "despertar conciencias" y "poner de relieve" el sufrimiento de muchos ancianos. "El maltrato es una epidemia contagiosa que se transmite inadvertidamente de unos a otros y la mayoría de los agresores no son conscientes", ha advertido. El hecho de que la sociedad perciba a las personas mayores como "seres invisibles, amortizados y que representan una carga social no ayuda a poner en valor a los ancianos como transmisores de valores y cultura".
Muñoz ha critica la "ligereza" con la que los poderes públicos afrontan el problema y ha reclamado la creación de un organismo y una ley de protección jurídica de las personas mayores, para ayudar a erradicar este tipo de discriminación que altera el proceso de envejecimiento e imposibilita el desarrollo personal del anciano. "Actualmente el edadismo se detecta con dificultad y la sutileza con la que se practica impide, incluso, que la víctima se reconozca como tal", ha asegurado.
En este sentido, la directora general de Familias de la Generalitat de Catalunya, Roser Galí, ha remarcado que el Govern está trabajando en la redacción del proyecto de ley para la adaptación de la sociedad catalana al envejecimiento, con el objetivo de preparar a los ciudadanos para su propio proceso de envejecimiento, reconocer el papel de las personas mayores en la sociedad y combatir los prejuicios y discriminaciones por razón de edad, así como proteger los derechos de las personas mayores y acompañarlas en las diferentes etapas del envejecimiento.
Los principios inspiradores de esta futura normativa se basan en un posicionamiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), según el cual las personas mayores "ya son sujetos de derechos" y, en consecuencia, los gobiernos deben garantizar que estos derechos sean efectivos, revisando sus legislaciones para adaptarlas a la población anciana.
Por otra parte, la profesora emérita de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Maria Pia Barenys, ha reivindicado la vejez como un "proceso muy personal de preparación para dejar de existir", alejado del estereotipo social actual que ve el anciano como una persona jubilada y activa. "Por qué me he de activar si no me interesa para nada", se ha preguntado con rebeldía.
Barenys ha exaltado los valores de la debilidad frente a la fortaleza, la lentitud ante la prisa, el tiempo libre contra la sobreocupación y el placer de reencontrarse en oposición al poder sobre los seres y las cosas, para, finalmente, interpelar al auditorio sobre la validez de estas dos afirmaciones: "Nunca pensé que lo peor de hacerse mayor fuera la soledad" y "La vejez no significa nada más que dejar de sufrir por el pasado".
Otro de los aspectos tratados durante el debate ha sido la psicopatología y los trastornos de la longevidad. El psiquiatra Patricio Martínez ha explicado que la vejez se caracteriza por el deterioro de la persona, la demencia, la dependencia y la vulneración de sus derechos. "Hemos pasado de la gerontocracia a la gerontofobia, dado que las personas mayores han dejado de ser referentes icónicos para convertirse en estorbos incómodos".
Según Martínez, la vejez es un proceso lento y progresivo durante el cual "más se vulneran los derechos fundamentales de la persona". Por ello, ha reclamado que la futura ley catalana sobre envejecimiento respete los principios bioéticos del deber de beneficencia y atención, respeto a la autonomía personal, a la intimidad y a no causar daño. "Debemos hacer proselitismo y trabajar para que el edadismo deje de ser considerada una de las tres grandes formas de discriminación, por detrás del racismo y el sexismo".