Con la tardía, pero finalmente lograda, constitución del Govern de la Generalitat y el inesperado y sorprendente relevo en el ejecutivo español, las últimas semanas han dado paso a una bocanada de aire fresco desde el mundo de la política. Dos noticias que abren un pequeño resquicio de luz y esperanza sobre una sociedad abrumada por una devastadora y larguísima crisis financiera, cuyas consecuencias han dejado muy dañado al estado del bienestar, especialmente en lo que hace referencia a la sanidad.
En Catalunya, se ha dado la bienvenida a la nueva consellera de Salut, Alba Vergés, a quien la profesión médica le reclama que planifique un itinerario de recuperación real y creíble, poniendo todo su interés y su capacidad política en obtener la financiación necesaria para enderezar la deficiente situación del sistema sanitario público. Es necesario que la exquisita sensibilidad social manifestada por Vergés al llegar a la conselleria se traduzca en recursos, sin los cuales no se podrá poner al día el desfase tecnológico actual, imprescindible para ofrecer las máximas garantías a los ciudadanos, ni se podrá disminuir las listas de espera, ni tampoco normalizar las urgencias hospitalarias o reducir las cargas de trabajo en la atención primaria, por no hablar de acabar con la anómala coyuntura que afecta a los profesionales de la medicina de la sanidad catalana, líderes en Europa en resultados de salud, pero a la cola en compensación económica.
En definitiva, el colectivo médico le pide que el presupuesto de Salut aumente, como mínimo, en el mismo porcentaje que lo haga el presupuesto global de la Generalitat y no por debajo, como ha ocurrido últimamente. Esto no puede volver a pasar, porque este sistema de salud, construido con el esfuerzo de todos los trabajadores de la salud y del que la sociedad está tan orgullosa, no resistirá el deterioro progresivo que sufre. Hasta ahora, los profesionales lo han dado todo, pero están al límite de desfallecer y se corre el riesgo de que la situación estalle de una manera brusca.
En cuanto a la nueva ministra de Sanidad, Carmen Montón, las primeras señales que llegan desde Madrid son positivas, al menos, por el planteamiento que hace de recuperar la universalidad sanitaria y repensar el copago farmacéutico, propósitos también con una fuerte carga social. Pero no se puede olvidar que el panorama de la sanidad española no difiere demasiado del de la sanidad catalana y el peligro de un hundimiento del sistema es muy alto.
Por lo tanto, es imprescindible que los dirigentes políticos abandonen rápida y definitivamente las frases políticamente correctas y las traduzcan en hechos. Ante estos dos nuevos escenarios, se abre la oportunidad de empezar a mejorar el sistema sanitario público y poner la proa en dirección a Europa, en cuanto a las condiciones de trabajo tanto desde el punto de vista profesional como laboral. No se puede desaprovechar la ocasión ni dañar la pequeña luz que todo el mundo quiere ver, a raíz de los recientes cambios políticos.