Metges de Catalunya (MC) entrevista dos médicas para hablar de desigualdad, discriminación y machismo en el sector sanitario.
Irene Bermell (1978), médica adjunta del servicio de Anestesiología y Reanimación del Hospital de Bellvitge y secretaria del Sector de Hospitales ICS de MC (imagen izquierda), y Alba Estebanell (1990), médica residente de cuarto año de Medicina Familiar y Comunitaria del CAP Sant Llàtzer de Terrassa (imagen derecha) explican su visión y su experiencia como mujeres trabajadoras del sistema público de salud.
Como médicas, ¿qué situaciones vivís que generen desigualdad respecto a vuestros compañeros médicos?
Irene Bermell (IB): La desigualdad viene dada sobre todo cuando quieres ser madre. Por razones obvias es una situación que nunca sufrirá un compañero de sexo masculino. Hablo de los reajustes que tienes que hacer en tu vida profesional: cambios en la tarea asistencial o dejar de prestar atención continuada, lo que conlleva un gran impacto económico. En la mayoría de las especialidades, el problema llega cuando avanza la gestación, pues no hay una especial protección de la facultativa embarazada. A nadie le preocupan las guardias de 24 horas, con las prisas y los desajustes horarios que conllevan. Te permiten dejar de hacerlas si lo solicitas, pero con una disminución salarial de casi un 50%.
Alba Estebanell (AE): Sea cual sea la profesión, aún hay muchas desigualdades. En el día a día de una médica las desigualdades provienen de diversos ámbitos, desde el paciente que no quiere a una mujer como médica hasta el acompañante que sólo se dirige a ti como "niña, bonita, cariño o chata". El prestigio social y profesional por parte de los pacientes se ve infravalorado en el caso de las mujeres médicas.
¿Sufrís machismo en la consulta por parte de pacientes y/o compañeros o cargos superiores?
IB: Mi visión es que más que machismo se podría llamar sexismo social o anacronismo sexista. En la consulta, los pasillos, en toda la sociedad. Soy mujer, joven y trabajo en la sanidad, ergo soy enfermera. Salir de quirófano trasladando a un paciente a la unidad de críticos y que el celador, por el hecho de ser hombre, sea automáticamente el doctor y yo la enfermera, es frecuente. Con todo mi respeto hacia las enfermeras, yo soy médica. Trabajé mucho durante 11 años para llegar a ser anestesióloga y no quiero que mi género me robe la categoría profesional. Entre los compañeros, afortunadamente creo que esto no sucede. Por lo menos, no tengo constancia de ningún caso, la verdad.
AE: Se percibe y se recibe el machismo, sobre todo por parte de los pacientes. La figura de la médica aún está sexualizada para muchos y este es un hándicap que superar cada día. Debemos esforzarnos día a día para demostrar que no sabemos menos medicina por el hecho de ser mujeres.
¿Observáis conductas machistas entre vuestros pacientes?
IB: Aquellos “¡niña!" de los pacientes, tanto de hombres como de mujeres. Ni niña ni nada, todas somos profesionales, ya sean auxiliares, enfermeras o doctoras. Al personal sanitario se le ha perdido el respeto a todos los niveles, y, claro, además, las médicas arrastramos el factor de ser mujeres.
AE: Sí, sin duda. Hacia la pareja, hacia la hija y hacia las facultativas, a veces la línea del paternalismo se ve sobrepasada. Hay que poner todos los sentidos ante cualquier conducta, mirada, palabra o gesto y actuar en consecuencia.
Los protocolos, en caso de detección de un posible caso de violencia machista en el ámbito de la salud, ¿son claros y efectivos? ¿Se deberían revisar en algún aspecto para proteger más a las víctimas?
IB: Los protocolos me los leo como mujer y como sindicalista, y los veo correctos. Pero, una vez necesitas que el sistema te proteja, seguramente aparecen muchos puntos débiles. Es una cuestión muy sensible y es mejor no opinar si no te has encontrado con un caso.
AE: No lo son todavía. En el centro donde trabajo sí se hacen revisiones de este protocolo y se actualiza el algoritmo de actuación, gracias a la gran labor de las facultativas que forman parte de la comisión de violencia machista. Creo que son hechos vitales tan importantes que deben estar en constante revisión y que, a pesar de ello, siguen existiendo vacíos legales que aún se deben legislar para poder proteger a la víctima.
¿Crees que la maternidad supone un freno para la desarrollo profesional de las médicas?
IB: Evidentemente. Lo quieras o no, son muchas semanas y meses alejada de tu puesto de trabajo. Como ya he comentado, la limitación económica ya es bastante grave, pero la ausencia lo acaba de redondear: meses sin hacer seguimiento de los pacientes, meses sin realizar procedimientos quirúrgicos o intervencionistas, sin acudir a congresos o jornadas de formación.
AE: No debería suponer un freno para el desarrollo profesional, pero a veces la dificultad para compaginar la vida maternal y la formación profesional provoca que una de las dos partes se tambalee. Creo que las medidas que se están implementando favorecen el desarrollo profesional de las médicas, aunque todavía queda un largo camino.
¿Os encontráis con dificultades a la hora pedir tiempo para formación continua y/o investigación? ¿Es transversal o se acentúa en el caso de las médicas?
IB: Las dificultades pienso que son universales, hablo siempre de mi caso. No por ser mujer encuentras más dificultades. Imagino que habrá casos diferentes, con jefes de servicio machistas, por ejemplo. Seguro que hay y que pueden interferir mucho en la formación continuada de sus facultativas.
AE: Personalmente no me he encontrado con dificultades en ninguno de estos ámbitos.
¿El Departamento de Salud ofrece soluciones óptimas de conciliación a sus profesionales?
IB: Diría que las trabajadoras del ICS tenemos facilidades para el acceso a las medidas de conciliación, al menos sobre el papel. Otra cuestión es el horario laboral. Saber cuándo entras a trabajar pero no cuándo saldrás no ayuda mucho a conciliar. Las guardias y las 1.728 horas de jornada anual tampoco ayudan.
AE: El Departamento de Salud ofrece soluciones de conciliación, cada vez más precisas, pero aún a distancia de ser óptimas, a menudo también por la falta de recursos. La falta de personal para suplir bajas maternales o reducciones de jornada, así como los horarios de atención continuada y las guardias de 24 horas, son barreras reales que hacen muy difícil una conciliación ideal.
¿Está "mal visto" hacer uso de estos derechos de conciliación?
IB: No creo que esté mal visto. El problema más bien es otro. A la facultativa o facultativo que hace uso de estos derechos, los permisos de maternidad y paternidad, por ejemplo, la mayoría de las veces no se le sustituye. La ausencia, pues, se convierte en más trabajo para el resto de los compañeros y, a veces, puede ser difícil de asumir.
AE: No tengo esa sensación. Trabajo rodeada de médicas brillantes que no han sido juzgadas por hacer uso del derecho. Al contrario, a menudo los compañeros y compañeras favorecen que estos derechos se puedan ejercer.
¿Qué medidas considera efectivas para romper los techos de vidrio en los ámbitos de gestión y dirección?
IB: ¿Un martillo? Seguramente peco de naif, pero tengo el convencimiento de que los techos de cristal se irán resquebrajando poco a poco. Cada vez hay más mujeres gerentes, directoras médicas, mujeres que son jefes de servicio... Pero es cierto que llevamos el lastre de muchas décadas contemplando este techo y será un proceso lento. Personalmente, pienso que aplicar medidas "impuestas" para romperlos nos lleva a la discriminación positiva y el feminismo que llamo mal entendido.
AE: A menudo todavía se considera que los hombres tienen más capacidad de liderazgo. La figura de una auditoría externa para validar la formación y la selección del o la profesional podría minimizar las discriminaciones. La formación desde la carrera, previniendo el acoso sexual o la discriminación por razones sexistas, el empoderamiento de las médicas (en acto y en potencia), la oferta de puestos de trabajo con las mismas condiciones, para reducir la brecha salarial existente entre hombres y mujeres, hacer realidad la conciliación de la vida familiar, proteger y cuidar las facultativas embarazadas, el uso de un lenguaje inclusivo y no sexista como pilar fundamental de cualquier discriminación machista, etc.
Más del 70% de las estudiantes de Medicina son mujeres. ¿Cómo se ha de adaptar la profesión a este proceso de feminización?
IB: La adaptación también será un proceso lento. Desde la ampliación de los vestuarios femeninos para ubicar al 70% de los usuarios, hasta más protección a la gestante, sin que ello suponga una pérdida de sueldo. La mayoría de estos cambios también los reivindicamos desde el sindicato. Otros vendrán de la mano del propio cambio social: cuando consigamos que la ropita infantil no sea rosa o azul, o que a la hora de comprar una habitación infantil no te pregunten si es para un niño o una niña, por poner un par de ejemplos.
AE: Es un proceso que se está viviendo en los últimos años y, como en todo, es necesaria una fase de aprendizaje y maduración por parte de todos y todas. Pese a que a veces aún persiste esta ideología conservadora, poco a poco se han ido rompiendo ideas de especialidades dedicadas exclusivamente a las mujeres y otras dedicadas exclusivamente a los hombres. Conseguir una conciliación óptima es el proceso de adaptación que más puede ayudar a la profesión.