El déficit de personal facultativo que se arrastra en la atención primaria desde los recortes se ha agravado con la COVID-19, provocando un mayor agotamiento físico y mental en los profesionales que se enfrentan a la elevada demanda asistencial. Mientras las necesidades en salud de la profesión aumentan y se complican, el número de médicos y médicas va menguando. Esto, sumado a la gran cantidad de jubilaciones que se estima en los próximos diez años y la creciente fuga de profesionales a países con mejores condiciones, acabará perjudicando al conjunto del sistema sanitario, ya que la falta de personal es cada vez mayor y más alarmante. Para revertirlo, se ha estudiado el uso de otros perfiles sanitarios en medicina general, un método que Metges de Catalunya (MC) cuestiona.
Según la última encuesta sobre la Situación de la Profesión Médica en España, realizada por el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM) y la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) a unos 20.000 facultativos justo antes de la pandemia, cuatro de cada diez médicos y médicas se sienten insatisfechos con el ejercicio de la profesión, y el 65,2% lo atribuye a la sobrecarga de trabajo. Y es que, según un estudio elaborado por MC en 2021, un 70% de los profesionales presenta alguno de los síntomas del síndrome de burnout.
Aunque esta situación de presión y tensión afecta a todo el sistema, el sindicato denuncia que la atención primaria es la que presenta más carencias en cuanto a los profesionales. El vicesecretario general de MC, David Arribas, lamenta que “se ha maltratado tanto la primaria que los médicos jóvenes ya no quieren formarse en esta especialidad”, de manera que cada vez quedan más plazas MIR de Medicina Familiar y Comunitaria sin cubrir.
En esta línea, el National Institute for Health and Care Research ha publicado recientemente los resultados de una investigación donde analiza el impacto de la combinación de habilidades y perfiles en la atención primaria para intentar aligerar el trabajo de los médicos de familia y aumentar su satisfacción laboral. No obstante, el estudio demuestra que el uso de otros profesionales para desarrollar parte de dichas tareas no logró ninguno de los dos objetivos principales, ya que ni redujo la carga laboral ni mejoró la satisfacción del colectivo de medicina familiar.
Y es que poner a paramédicos, farmacéuticos o fisioterapeutas, entre otros, a hacer el trabajo de los facultativos y facultativas de atención primaria implica que estos últimos han de supervisarlos para poder garantizar la seguridad clínica. Así pues, el efecto es “contraproducente” y, en lugar de posibilitar atender a más pacientes porque se dispone de más personal, se retrasa todavía más el trabajo y se alargan los tiempos de espera puesto que éstos no disponen de los conocimientos ni la experiencia necesarios para trabajar en medicina familiar y comunitaria con independencia.
Asimismo, la organización remarca la importancia de la longitudinalidad –la continuidad en la relación médico-paciente– como valor esencial de esta especialidad, pues diversos estudios la asocian a la disminución de las hospitalizaciones y la mejora del índice de mortalidad.
En este sentido, MC insiste en que la solución al problema de la falta de personal pasa por incrementar la inversión en salud y mejorar las condiciones laborales de los profesionales, ya que “solo así la profesión volverá a ser atractiva para las nuevas generaciones”. Por este motivo y todos los demás que afectan a la “degradación de la sanidad pública”, el sindicato ha convocado una huelga facultativa para los días 25 y 26 de enero, que será el pistoletazo de salida a un nuevo ciclo de movilizaciones si la Administración continúa sin escuchar las necesidades del colectivo médico y actuar en consecuencia.