Con motivo de la conmemoración del Día Internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres, que se celebra cada 25 de noviembre, Metges de Catalunya (MC) entrevista a Carme Sánchez Martín, psicóloga clínica, sexóloga y responsable del programa de atención a las mujeres que sufren agresiones o maltratos del Centro de Salud Mental de Adultos (CSMA) de Cornellà de Llobregat.
Una de cada dos mujeres ha sufrido algún tipo de violencia por ser mujer, según la última macroencuesta de violencia contra la mujer del Ministerio de Igualdad. ¿Qué entendemos por violencia de género?
Hay un gran iceberg en cuanto a las violencias de género, puesto que hay de explícitas, que son las evidentes y visibles, como las agresiones sexuales, las amenazas o los asesinatos, pero también hay muchas de naturalizadas que quedan sepultadas, como los tocamientos no deseados, los estereotipos de género y la desvalorización, entre otros.
¿Y qué efectos tienen sobre la salud?
Hay violencias que conllevan un malestar clínico que puede derivar en trastornos mentales e, incluso, en abuso de sustancias. Hay casos que no solo involucran una respuesta emocional o mental, sino también en la salud física. De hecho, hay estudios que han detectado una reducción de la adaptabilidad inmunológica y alteraciones a una respuesta inmunitaria. Se relaciona, por ejemplo, con el síndrome de fatiga crónica, fibromialgia, y problemas cardiovasculares y respiratorios, entre otros.
¿Qué procedimiento sigues con una mujer que sufre violencia de género cuando llega a tu consulta?
En las sesiones individuales, primero intento detectar si hay algún trastorno de salud mental, diagnosticarlo, analizar la sintomatología, aligerarla y elaborar muy bien el proceso. Dentro de la psicoterapia, intento trabajar mucho la desculpabilización, hacerlas protagonistas de su proceso de recuperación y empoderarlas de nuevo.
Generalmente, ¿qué síntomas presentan?
Normalmente se detecta un aumento de la ansiedad, un estado depresivo y sensaciones de alerta, así como insomnio, irritabilidad o agorafobias; síntomas que a menudo acaban siendo diagnosticados como un trastorno de salud mental. Cuando conviven con el maltratador la violencia es aún más severa y crónica, de forma que se viven situaciones muy duras y acostumbran a sentir miedo de llegar a casa. Recuerdo el caso de una mujer que cada vez que llegaba a casa se encontraba a su marido esperándola en el recibidor para hacerle quitar las braguitas y olerlas, comprobando que no había estado con nadie. Esto le generó mucha angustia, y se quedaba dando vueltas por los alrededores de casa suya antes de entrar porque sabía lo que le esperaba.
¿Es habitual tratar a pacientes que no son conscientes de que sufren violencia de género?
Cuando la violencia es física queda claro y la mujer lo reconoce, pero hay otros muchos tipos de violencia más difíciles de detectar. La que más les cuesta ver es la psicológica porque a menudo queda muy enmascarada. Esta la encontramos, por ejemplo, cuando hay un control de las redes, las amistades, la vestimenta, no les dejan tomar decisiones por sí solas, y una larga lista de micromachismos –que no se llaman así porque sean pequeños, sino porque son más sutiles y a menudo quedan enterrados–. Muchas de ellas lo experimentan con sintomatología y, cuando les vas estirando del hilo, se van dando cuenta de que están siendo víctimas de un maltratador psicológico.
¿Y cómo se tratan estos casos?
Ayuda mucho la atención grupal que hacemos con grupos de entre 10 y 15 personas porque les permite compartir vivencias, verse reflejadas en otras mujeres y darse cuenta de que no están solas. Es cierto que muchas abandonan la terapia porque sienten que aquello no va con ellas, pero también hay otras que retoman las sesiones al cabo de un tiempo porque socialmente cada vez se habla más y acaban tomando conciencia. Es lo que pasó cuando se estrenó el documental de Rocío Carrasco, donde explicaba la violencia psicológica y vicaria que sufrió. Muchas mujeres se vieron reflejadas y hubo un aumento de demandas. Al final, que personas famosas verbalicen que han sufrido violencia de género, ayuda a que otras mujeres se puedan sentir identificadas y pongan nombre a lo que están sufriendo.
¿Crees que la sanidad pública ofrece una atención óptima a las víctimas de violencia de género?
Se ha mejorado en los últimos años, pero no lo suficiente. Normalmente, los médicos y médicas de familia no disponen de herramientas suficientes para reconocer y detectar que una mujer está sufriendo esta violencia y, además, disponen de muy poco tiempo para cada visita, lo cual lo dificulta todavía más. Hay unos cuestionarios breves que les permiten intentar averiguar qué está pasando, pero es importante hacerlos cuando la mujer va sola a la consulta, porque a veces el lobo acompaña a Caperucita. Es cierto que muchas mujeres no son conscientes de lo que están sufriendo y el profesional tiene que ir entrando poco a poco en su cabeza para que se dé cuenta. Sobre todo, se necesita tiempo, y el médico de familia no tiene.
Así pues, ¿los profesionales de atención primaria no están suficientemente preparados para hacer frente a estos casos?
Exacto. Carecen de conocimientos y de sensibilidad en este sentido y, por eso, es muy importante tener lugares de derivación y poder comentarlo con los especialistas. Por lo tanto, si un médico de familia detecta un caso, no siempre es necesario que intente tratarlo, sino que conozca los recursos y los circuitos de derivación de los que dispone para poder derivarlo a otros servicios, o facilitarle esta derivación a la mujer en cuestión.
Las cifras de denuncias por violencia de género son alarmantes: 182.078 en España en 2022. No obstante, ¿crees que todavía hay cierto miedo a denunciar?
Sí, sobre todo a ser cuestionadas, porque el sistema judicial a menudo lo hace y es un proceso muy pesado. El proceso acostumbra a ser muy lento y, por lo tanto, la recuperación emocional no siempre va a la par porque tienen que continuar demostrando todo lo que han sufrido y aportar pruebas. Emocionalmente, el proceso es muy costoso y, por eso, todavía hay muchas mujeres que no quieren denunciar. Nosotros evidentemente lo aconsejamos, pero no todas lo acaban haciendo y, si así fuera, la cifra real todavía sería más alarmante.
También preocupan los datos del estudio Mujeres jóvenes y acoso en redes sociales del Instituto de las Mujeres, que revela que el 80% ha sufrido alguna situación de acoso en redes sociales.
Hay cuestiones muy difíciles de frenar, como que te envíen una fotografía de un pene por Instagram, pero todas las mujeres podemos ser susceptibles de sufrir violencias en redes sociales. Yo estoy en contra del pensamiento de que tenemos que ser nosotras las que hagamos algo para evitarlo, pues tienen que ser los agresores los que cambien su conducta. Aun así, siempre incido en que no se tienen que dar las claves del teléfono ni las contraseñas a nadie porque considero que forman parte de tu cerebro y, del mismo modo que en tu cerebro nadie entra a controlarte, tampoco tiene que pasar con tu intimidad a internet.
¿Es posible recuperarse del todo o siempre quedan secuelas?
Secuelas siempre quedan, pero la capacidad humana de estas mujeres para ser resilientes y supervivientes es muy importante. Evidentemente, dependerá de la cronicidad, de la dimensión de la violencia recibida y de otros muchos factores, pero me gusta ser optimista y pienso que siempre encuentran la manera de volver a tener ganas de vivir, recuperar la ilusión, y su vida cotidiana libre de violencia. Afortunadamente, he visto a mujeres muy recuperadas, que han rehecho muy bien su vida, ya sea solas o con una nueva pareja.
Cuando hay hijos involucrados, ¿cómo se aborda la situación con ellos?
Existen programas desde los cuales se atiende también a los hijos e hijas, puesto que también sufren esta violencia, ya sea de forma directa o indirecta. Y es que existe la posibilidad de que los niños copien o interioricen ciertos patrones que hay que tratar. En las niñas es común que presenten indefensión aprendida y, en los niños, muchas veces encontramos cierta aceptación de la violencia en una relación de pareja.
Se habla mucho de la importancia del tratamiento psicológico a las personas que sufren violencia de género, pero ¿qué pasa con el de los agresores?
En las prisiones hay programas específicos y se trabaja, pero lamentablemente muchos no se dan cuenta del problema y no piden ayuda. No lo identifican como un trastorno ni les crea ningún malestar, por lo que es difícil que decidan por sí mismos ponerse en manos de profesionales para trabajarlo. Yo no tengo experiencia, pero pienso que también se debería trabajar mucho con los agresores.
¿Qué se necesita para mejorar la atención psicológica en el ámbito de la violencia de género?
Contratar más profesionales de salud mental. Hay una grave falta de profesionales y esto se ve reflejado en las listas de espera y en el nivel de citas que podemos dar a las mujeres que atendemos. Yo hace muchos años que me dedico a esto y creo que estamos mejor, pero al final no se trata solo de aprobar nuevas leyes, sino de dotarlas de datos, recursos y el presupuesto necesario. Hay que tener en cuenta todo el engranaje y mejorar también el proceso judicial, que se alarga demasiado y, todo esto, entorpece el proceso de recuperación de las supervivientes.