Pilar Babi: "La violencia contra las mujeres es todavía una cuestión de mujeres"

Pilar Babi

Con motivo de la conmemoración del 25-N Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Metges de Catalunya (MC) entrevista a Pilar Babi Rourera, médica especialista en medicina familiar y comunitaria del Equipo de Atención Primaria La Paz de Barcelona. Miembro del grupo “Core” de la gerencia del Instituto Catalán de la Salud (ICS) contra la violencia machista y del Grupo de Violencia Machista y Atención Primaria de Salud de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFiC), Babi es una de las referentes del sistema sanitario en la lucha contra violencia hacia las mujeres.


¿Cómo se aborda desde la primaria la atención a la salud de las mujeres en situación de violencia machista?
Debería abordarse como cualquier otra situación que conlleva problemas de salud para las personas. La violencia machista, en cualquiera de sus formas, afecta al 25% de las mujeres, según los datos de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer del 2019 hecha por el Ministerio de Sanidad. Por tanto, es una situación prevalente porque una de cada cuatro mujeres que llegarán a la consulta estarán sufriendo o habrán sufrido alguna forma de violencia. Por eso, todos los profesionales deben estar preparados y formados como lo hacen para cualquier otra enfermedad o condicionante de salud.

¿Los efectos sobre la salud son siempre observables?
Si el profesional está bien formado existen formas de valorar los indicios de que la paciente sufre problemas derivados de una situación de violencia. La entrevista clínica es fundamental. Hablar y escuchar. Hacer las preguntas adecuadas y transmitir seguridad y confianza. Afortunadamente, los estudios demuestran que las víctimas confían en los profesionales del sistema de salud.

¿Cómo se hace la aproximación a la víctima cuando existe la sospecha de un caso?
Hay diferentes formas. Una de ellas es la detección sistemática. Por ejemplo, en nuestro país se está utilizando en el seguimiento del embarazo. Sabemos que en la gestación se incrementa y agrava la violencia machista, por tanto, está justificado realizar una detección sistemática. Las comadronas y ginecólogas preguntan a las mujeres a través de un cuestionario llamado PVS -validado por la Dra. Lluïsa Garcia Esteve- y está dando buenos resultados. También existen estudios que abogan por una detección universal, es decir, pedir a todas las mujeres si sufren o han sufrido esta situación. Se justifica por la prevalencia, pero tiene algunas dificultades. Una estrategia quizás más eficiente es preguntar a través de las consecuencias para la salud o la patología asociada a la violencia machista. Por ejemplo, preguntar si estás valorando una depresión, un trastorno por dolor o una mala evolución de la patología crónica. La lista, por supuesto, es mucho más larga.

¿Los profesionales del sistema sanitario están bien formados para abordar la violencia machista?
Aún forma parte del interés personal y de las inquietudes de cada profesional. No existe una formación específica y sistemática que ofrezca la Administración. Y la formación en este ámbito a nivel de Grado de Medicina no está establecida y depende de cada docente si lo aborda o no. Los profesionales deben ser conscientes de que deben estar preparados, no pueden pensar que esto no va con ellos. De la misma forma que se forman para tener conocimientos generalistas de diferentes especialidades, deben prepararse para saber cómo actuar ante la violencia machista, porque es sistémica. La Administración también debe ofrecer más recursos. No es comprensible que el programa de historia clínica incluya, acertadamente, un destacado que orienta a los profesionales en caso de solicitud de la prestación de la eutanasia por parte de un paciente, y, en cambio, este destacado no exista para la violencia machista.

¿Percibe diferencias en el interés por la formación en función de si son médicos o médicas?
Sí, ese sesgo existe. Hay hombres que creen que la violencia contra las mujeres es todavía una cuestión de mujeres, que no forma parte de su ámbito de trabajo, de su entorno.

¿Sería partidaria de establecer una subespecialización en violencia machista?
Es un gran debate, pero creo que crear esta subespecialización sería como encorsetarla y, si algo sabemos, es que la violencia machista está incrustada en el conjunto de la sociedad. Así pues, todos los profesionales, de todos los ámbitos y especialidades, deben estar preparados.

¿Se ha avanzado para evitar el efecto de la piscina vacía? ¿Los protocolos, circuitos, trámites y procesos son más ágiles y sencillos para no situar la carga en la víctima?
Se ha avanzado, pero todavía queda camino por recorrer. Lo explica muy bien Carme Vidal Estruel: “Si tú quieres que alguien se tire a la piscina, llena primero la piscina, pero si la piscina no está llena, haz lo posible para que nadie se tire”. No podemos invitar a la detección y que después los recursos sean muy escasos, porque cuesta mucho dar el paso adelante. Sobre esta cuestión, recomiendo mucho la visualización del cortometraje “La última gota”, realizado por el colectivo feminista Las Tejedoras. En clave de humor hacen una denuncia tanto del laberinto administrativo, como de la carga de culpa que muy a menudo se sitúa en la víctima.
 

La Última Gota from Las Tejedoras on Vimeo.


¿Cómo se gestiona la seguridad frente al agresor? 
No se gestiona. Parece mentira que estamos en 2021, que tengamos una ley contra la violencia de género desde 2004, otra de ámbito catalán desde 2008, revisada en 2020, y nos encontremos en situaciones potencialmente peligrosas. Por ejemplo, si un médico realiza un informe de lesiones que forma parte de un procedimiento judicial y que el acusado ve, en el documento consta el nombre y apellidos del profesional que ha atendido a la víctima. Un policía, en cambio, pone su número de placa, que no es identificable a simple vista. Esto se ha pedido a la Administración, pero hasta ahora no se ha hecho nada. Es grave porque nuestro nombre también está a puerta de la consulta, que está siempre abierta. Además, muchas veces los agresores también son pacientes nuestros y debemos atenderlos. Se dan casos de imposiciones judiciales de órdenes de alejamiento que no se nos notifican y no podemos solicitar el cambio de médico para la persona denunciada.

¿El miedo, el estigma y la vergüenza son todavía unas barreras importantes?
Sí, todavía lo son. Otro cambio que pedimos a la Administración es que, en la historia clínica, cuando registramos un caso de violencia machista, se realice con un código numérico. Ahora aparece un aviso textual, grande y en color rojo. Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones las víctimas o sus acompañantes ven la pantalla de los profesionales que les atienden, y no es positivo que tengan esta información, que, además, es estrictamente confidencial.

¿Desde su experiencia, la violencia machista puede perfilarse o forma parte del sustrato cultural y social del patriarcado?
Forma parte de la estructura de nuestra sociedad. Nada tiene que ver con la clase social o el nivel de formación. Debemos pensar que los agresores, fuera del ámbito de la pareja, tienen conductas normalizadas y son personas que se relacionan sin problemas en sus entornos sociales y laborales. Otra cuestión es que, si existen otros ejes de discriminación, el sufrimiento y las dificultades pueden ser mayores.

¿Cómo ha afectado la pandemia en la detección y actuación ante los casos de violencia machista en la atención primaria?
Ha afectado mucho, al igual que ha afectado al diagnóstico de toda la patología no Covid. En los casos de violencia machista, además, las víctimas han tenido que confinarse con sus agresores. Ahora, los servicios sociales están viendo un incremento de casos que supera a los del año 2019.

¿Es un riesgo que estos casos se traten como patologías relacionadas con la salud mental postpandemia y no como violencia machista? 
Efectivamente, éste es un riesgo real. Por este motivo es necesario insistir mucho en la formación de los profesionales, en el trabajo en equipo y en compartir las situaciones más difíciles con los referentes de violencia machista y los recursos especializados. Atender a la violencia machista desde el sistema de salud no significa medicalizar a las mujeres que la padecen.